Juan anunciaba que la única forma de salvarse y formar parte del Reino de Dios es mediante el arrepentimiento y el bautismo como símbolo público del cambio de vida.
Según Juan la religión o pertenencia a un país específico (Israel) no proporcionaba la salvación. Por el contrario, la conversión a Dios permitía no ganarla, pero sí recibirla.
El mensaje de Juan inculcaba un cambio de vida que evitara los abusos de poder, la corrupción, la mentira o la falta de compasión.